En los ’60, el diseñador urbano de origen británico, Donald Appleyard, realizó diversos estudios para conocer si las calles con bastante flujo vehicular y un buen nivel de habitabilidad podían coexistir en las calles residenciales.
Los resultados de ese entonces demostraron que los habitantes ya reconocían que las calles muy transitadas eran afectadas por la contaminación y la inseguridad que representa el tráfico.
Además, los vecinos que vivían en calles con alto flujo vehicular percibían que se relacionaban menos entre sí en comparación con quienes vivían en calles menos transitadas.
Esta conclusión está representada en el diagrama superior en donde se muestran tres calles con tráfico vehicular alto, medio y bajo (de izquierda a derecha), y líneas de colores que corresponden a las interacciones entre los habitantes. Allí se puede observar cómo las líneas azules cubren gran parte de la calle con bajo volumen de tráfico respecto a las rojas de una calle muy transitada.
Sobre la base de esta investigación, un equipo de la Universidad de Colorado en Denver (UC Denver), realizó un nuevo estudio, esta vez para determinar si el volumen de tráfico de una calle residencial influye en la percepción de un barrio sobre la habitabilidad.
Para esto encuestaron a más de 700 habitantes de 30 calles que tenían dos de los tres tipos de flujos vehiculares mencionados: alto, para calles con más de 40 mil vehículos por día, y bajo, para 12 mil vehículos diarios. En las vías con menor tráfico, la habitabilidad fue mucho mayor en contraste con lo que opinaban quienes vivían en calles con más tráfico.
Sin embargo, a diferencia de lo que se podría pensar, ciertas calles que tienen un alto o moderado flujo vehicular, también presentaron niveles de habitabilidad elevados. ¿La razón? En sus alrededores tienen calles con bajo tránsito que además presentan un diseño proyectado en una escala humana.
Esto se pudo obtener luego que los investigadores incorporaran otros factores como el ancho de las vías, la cantidad de árboles, el estado de las veredas, la existencia de ciclovías, las luminarias, y el número de peatones y ciclistas, etc.
Frente a esto, el nuevo estudio permitió corroborar las conclusiones de Appleyard y obtener que los planificadores urbanos e ingenieros no se deben concentrar únicamente en una calle o en un sector reducido debido a que los impactos de sus obras van a tener un impacto en un radio mucho más amplio.
Asimismo, plantean que si los encargados del diseño urbano quieren promover la habitabilidad en los barrios, no deben concentrar todo el tráfico en una sola avenida, sino que esta actividad se debe distribuir de una manera planificada para que la red de calles sea lo más habitable posible.
Respecto a esto señalan que en caso que esto no ocurra, hay ciertas avenidas que se pueden convertir en verdaderas fronteras internas u obstáculos para los peatones y ciclistas.
El informe del estudio lo puedes descargar desde este link.